La casa de los duendes

UNA IMAGEN Y CIEN PALABRAS

Perdida en el espacio (¿y en el tiempo?), ruinas de un pasado no tan remoto, retazos de vidas y muertes, allí donde no va nadie… Justo ahí, en medio de ningún lugar, en el centro de todo, la “casa de los duendes.” Cruje el suelo con nuestras pisadas. Escombros. Pisadas incómodas, pisadas temerosas, pisadas respetuosas por quienes una vez se atrevieron a habitar este lugar, y sufrieron tanto las inclemencias como las voces de seres invisibles (duendes, decían), por tratar de explicar lo que sus mentes no alcanzaban a razonar. La ruina y el vandalismo van devorando lo poco que queda de su recuerdo. Y me asomo. Me asomo a una vieja ventana que parece querer resistir leal a su cometido, como si ignorara que sus dueños se marcharon hace muchos años. Y lo ignora. Sigue ahí, obviando que el cielo y el paisaje se cuelan por el tejado hundido y las paredes derruidas. Hoy es sólo un marco inútil que ni guarda ni enseña, sólo contextualiza. Entonces una ¿energía? me invade y me impone guardar silencio. Sólo me deja observar. Y observo: el azul de las lagunas se entrecorta por entre los juncos y carrizos aún verdes. El cielo azul juega con nubes esponjosas. Por un momento, equilibrio. Por un momento, un pensamiento: creer que Hombre y Gaia hicieron las paces. ¿Nos equivocamos?
Vuelve a soplar el viento. Nos vamos. Pero me llevo este momento.


Héctor Campos, escritor y fotógrafo.