Las lagunas de Ruidera y el Hombre (II)

Si en el anterior capítulo hablábamos de la aparición, a lo largo de los milenios, de los diferentes asentamientos humanos en el entorno del Campo de Montiel, y en las Lagunas de Ruidera en especial, en éste abordamos los conflictos y dificultades que motivaron sus respectivas desapariciones. Y volvemos a contar con la experiencia de Pedro R. Moya-Maleno, Doctor en Historia con Mención Europea por la Universidad Complutense de Madrid.

Superposición de asentamientos
Pero antes comentamos con Pedro lo llamativo de la multitud de asentamientos superpuestos que se encuentran en estas tierras. Hay dos tipos principales: en altura y en el fondo del valle: “Cada época responde a unos factores genéricos de contexto. Y luego a unos específicos de su situación particular. Los humanos tenemos la mala costumbre de ser beligerantes, por eso se busca la altura, el control de los pasos, la salubridad… Las aguas están abajo, y en los poblados de altura se evita el tema del paludismo. Pero sobre todo es defensa, es comunicación (porque estás viendo a los parientes del poblado de enfrente).” Una serie de ventajas claras. Pero ¿por qué las superposiciones las encontramos, principalmente, en los poblados en altura mientras que escasean en el fondo de los valles? Está claro: los cerros y oteros han sido menos trabajados a lo largo de los siglos y, por lo tanto, los restos se han conservado mejor: “Los fondos de valle están más que trillados y roturados. Es más fácil descubrir poblados en altura donde no llega un tractor. En el fondo del valle hay una colmatación enorme, y por la propia ocupación del territorio se han deforestado para constuír, etc. Eso ha hecho que los fondos del valle suban mucho.”

La Morra de la Conceja, en Ruidera, claro asentamiento en altura.
Vista desde la Morra de la Conceja;
con esta dominación del territorio se aseguraban la supervivencia.

«Muchas motillas han sido destruidas por tractores. Por eso es más fácil encontrar asentamientos en altura.»

Reocupaciones
El poco cuidado a la hora de conservar nuestro patrimonio histórico, fruto de la más elemental de las ignorancias y la necesidad de ocupar el territorio, ha llevado a que de ciertas épocas no queden casi restos: “Del paleolítico, por ejemplo, lo desconocemos casi todo. Probablemente sólo porque sus restos estaban en zonas más bajas. Así que o se los ha llevado por delante un tractor (son cabañas que a penas dejan testimonio) o están a tres metros bajo tierra y es imposible imaginar que están ahí.” Es entonces en las alturas donde encontramos los restos más interesantes y mejor conservados: “En condiciones de lógica defensiva, ciertos lugares se van a ir reocupando. Es curioso que muchos yacimientos calcolíticos en altura y del bronce son reocupados en época medieval. Son épocas muy distintas y nadie entremedias se ha asentado, y de repente llegan los medievales y lo ocupan. ¿Por qué? Porque hay unas condiciones de guerra extrema de frontera hacia el mundo musulmán durante la Reconquista en esta zona. Hay mucha reocupación. Sin embargo, en el mundo romano ciertos lugares no se reocupan; lo que se hace es construir ex novo aprovechando los recursos del valle. Y luego tenemos puntos clave que están constantemente funcionando, y esos son un puñado que conozcamos: Alhambra, Almedina, Villanueva de la Fuente (en menor medida), y ahí tienes bronce, ibéricos, romanos, medievales… Esos puntos están donde están porque controlan pasos, controlan defensas, están bien irrigados…”

Libisosa, en Lezuza.
Castillo de Peñarroya, en el P.N. Lagunas de Ruidera.

Desaparición
Tan rica abundancia de asentamientos a lo largo de la historia nos hace preguntarnos: ¿por qué desaparecieron? Pedro trata de lanzar algunas pinceladas, acentuando la diversidad de sus orígenes, donde reside la clave de su posterior supervivencia o muerte: “Depende de por qué se ocuparon. Por ejemplo: si vemos la repoblación medieval, en la Batalla de Alarcos [cerca de Ciudad Real, en 1195] cuando Alfonso VIII decide llevar la línea de frontera al Guadiana, los almohades están subiendo y lo pillan en Alarcos desprevenido con el castillo sin terminar. Cuando vuelve Alfonso VIII con fuerzas y baja a las Navas de Tolosa [en Sierra Morena, Jaén, 1212] no es que toda la meseta sea ya cristina; queda Montiel, que no caerá hasta 1227. Entonces hay una estrategia de repoblación que va desde Alhambra hasta Alcaraz, montando muchas aldeas pequeñas que darán lugar a muchos de los pueblos actuales. Pero muchas desaparecerán en el intento. Crean Carrizosa y Salidiello, que es el santuario actual, un cerro del bronce que lo reocupan en el medievo. Tienes Peñaflor, en Villanueva de los Infantes, donde crean tres puntos juntos que son La Moraleja, Peñaflor y Jamila. Son tres puntos habitados, cada uno diferente al otro. Así que, cuando se reconquista verdaderamente toda la zona del Segura, esto deja de ser frontera y Montiel cae. Así que todas estas aldeas duran lo que duran. Tienen su sentido mientras tienen gente, pero ésta se va reagrupando en ciertas aldeas.”

Alarcos. Foto: turismocastillalamancha.es

«Las pequeñas aldeas creadas en la Reconquista ya no tienen sentido tras ella, y se van reabsorbiendo por otras o convirtiéndose en dehesas.»

Libisosa, en Lezuza.
Castillo de Rochafrida, en el P.N Lagunas de Ruidera.

Reciclaje
Así que, una vez cumplidas sus funciones, las pequeñas aldeas dejan de tener razón de ser y van desapareciendo o reabsorbiéndose por otros núcleos mayores que tienen mejores condiciones para llevar una vida más fácil (no tienen que estar constantemente bajando al río para abastecerse de agua, por ejemplo). Algunas aldeas desaparecen mientras que otras asumirán diferentes funciones: “Ese tipo de territorios quedarán antiguos, asociados a esas aldeas medievales como, por ejemplo, dehesas. Por ejemplo: Peñaflor, que es el Castillón, en Infantes, queda como dehesa de Peñaflor. Es una dehesa propia. Se mantiene cierto recuerdo de su configuración medieval; pero esas aldeas ya no tienen sentido.”

Libisosa, en Lezuza.

«Las relaciones topográficas del siglo XVI dicen que en Infantes hay lobos. Y que en Torre de Juan Abad hay osos.»

Lobos y osos en el Campo de Montiel
Nuevas necesidades implican también nuevos usos del terreno y de los poblados. Un cambio del aprovechamiento del territorio implica una transformación clara del paisaje. Y, además, tenemos que tener en cuenta que el territorio antaño era diferente del actual; buena prueba era la presencia de animales inimaginables hoy en día, como osos o lobos. Pedro continúa con sus interesantes e ilustrativas explicaciones: “En otros casos influye la propia naturaleza: por ejemplo en el valle del Jabalón o del Azuer, que al repoblarse se crean nuevas necesidades para esa gente: tienen que construir sus casas, sus defensas, repararlas, crear su artesanía, calentarse… Entonces empiezan a talar. Hay que tener en cuenta que en las relaciones topográficas del siglo XVI de Felipe II todavía dicen que en Infantes hay lobos. Con la mentalidad de hoy no piensas que sea posible, a menos que se esconda tras una cepa… Y en Torre de Juan Abad dicen que hay osos. Eso va en declive desde la Edad Media, desde el siglo XII hasta el XVIII, en el que incluso se desecan lagunas y por el camino existe ese problema que generamos los propios humanos.”

Castillo de Munera, Albacete.

Poblados obsoletos
Por último, el hombre y su cultura, tanto en forma de leyendas como en sus tradiciones de adaptación y aprovechamiento del territorio, son un factor que tener en cuenta. De nuevo, qué mejor que las palabras de Pedro para comprender lo sucedido: “En aldeas como Jamila, medieval en Infantes, hay leyendas porque se despoblaban por los vapores del río (es decir: paludismo, básicamente). Entonces casualmente tenemos villas romanas pegadas al río (Jabalón, en este caso), y eso quiere decir que eran zonas tranquilas, muy estables en época romana, donde además hay un puente, el de Triviño, que va creciendo. Lo van ampliando hasta hacer un viaducto de cien metros porque el río ha crecido. Eso quiere decir que se ha deforestado y todas las arcillas han colapsado el río. Hasta los años 60 (del siglo pasado) que ya es un cazaderos de patos, una zona anegada. Es decir: hay causas que son de estrategia geopolítica, hay consecuencias de nosotros mismos, y en algunos sentidos también hay temas más actuales, más modernos como ciclos económicos: grandes familias que se asientan en ciertos sitios y reabsorben otros… Por ejemplo, Montiel cae porque no tiene sitio un castillo ahí. Va cambiando la cabecera a otros sitios.”

Castillo de Munera, en Albacete.

En Cueva Maturras hay lítica, señales de fuego antiguo, líneas de arte rupestre… Es muy interesante y está infravalorado.»

Cueva Maturras, un asentamiento único
Uno de los asentamientos más interesantes es el localizado la zona conocida como Cueva Maturras, en las proximidades del Pantano de Peñarroya: «Estoy trabajando en un artículo sobre cazoletas [pequeños huecos horadados en la superficie de la piedra]. Tienen claramente una simbología, no se sabe si son para libaciones [ceremonia religiosa entre los antiguos paganos que consistía en derramar un líquido, frecuentemente vino u otro licor, en honor a los dioses]. No sabemos si para celebrar el renacimiento de la Naturaleza. El de Cueva Maturras es un enterramiento eneolítico-calcolítico. Tiene mucha riqueza en el interior y en el exterior. En el interior hay mucha lítica, señales de fuego antiguo, es muy interesante. En el exterior tiene multitud de cazoletas de líneas de arte rupestre, un punto muy necesario de valorar y no lo está lo suficiente. Aunque muchas veces es mejor no darle mucha publicidad, porque si no se controla puede caer en malas malos.»

Restos localizados en el entorno de las Lagunas de Ruidera.

Manos amigas, no expoliadoras
Malas manos son las que expolian para posteriormente vender. Furtivos que acaban con nuestro patrimonio para alimentar un mercado negro que arruina nuestra propia cultura. Pero quienes se topan con algo y lo ponen en conocimiento de las autoridades están haciendo lo correcto: «Lo fundamental es dar parte, llamar al 062 de la Guardia Civil, y que ellos actúen en consecuencia. Si tienen algún conocido también pueden ejercer de cauce. A mí me viene gente sensibilizada de los pueblos con cosas.» Entre todos podemos ayudar a conservar nuestra historia. De hecho, durante décadas algunos aficionados concienciados son los que han posibilitado la conservación de restos que, de otra manera, habrían sucumbido por pura dejadez o negligencia, justo a tiempo antes de morir bajo las palas de un tractor o una máquina roturadora: «Hay que investigar más. Se conocen los yacimientos, pero sólo porque están en superficie o porque ha habido gente como Salvador [Jiménez Ramírez, investigador y escritor autodidacto y autóctono] desde los años 80. Lo que no se puede es salir al campo a ver qué nos encontramos. Hay que dar parte.»

«Estamos trabajando en un yacimiento en Ruidera con mucha fauna desde el Pleistoceno.»

Y, sobre todo, dejar el trabajo a los profesionales, que son quienes podrán valorar y extraer apropiadamente los restos: «Nosotros estamos interesados en la zona de Ruidera, porque es una zona de interés inequivocamente desde el paleolítico. Tenemos datos suficientes y ya estamos trabajando con un yacimiento de Ruidera, que no podemos decir todavía. Todos los laterales de Ruidera son cuevas, así que ahí se ha metido mucha fauna. ¡Cuánto hemos perdido, pero cuánto tenemos todavía!»

«Ruidera tiene toda la cronología arqueológica para tener un museo representativo de cada época.»

Castillo de Peñarroya, en el P.N. de las Lagunas de Ruidera.

Un nuevo yacimiento
Una riqueza que hace salivar a un arqueólogo enamorado de esta zona, de la que no duda que podría sacar auténticos tesoros: «Lo estamos estudiando, porque tenemos fauna del Pleistoceno, de los grandes animales antecesores. Puede dar lugar a un museo en un futuro. Ruidera tiene toda la cronología arqueológica para tener un museo representativo de cada época en condiciones. Con eso tienes gente creando economía, pernoctando… Lo bueno que tiene el patrimonio es que sacas a la gente fuera, al campo. Teniendo esa oportunidad estás sumando. Sólo es encajar las piezas.»

Encajar la piezas
Para encajar las piezas del puzle de nuestro pasado no sólo es necesaria la labor de los profesionales como Pedro; es imprescindible que las administraciones se impliquen e impidan que nuestro patrimonio se pierda para siempre por inacción, irresponsabilidad o, lo más común, falta de presupuesto. De nada sirve inaugurar museos para cerrarlos al poco. Por eso, en nuestro próximo capítulo, abordaremos cómo es necesaria (y viable) una nueva visión del turismo en Ruidera. Y es que ninguna excusa justifica el olvido de la riqueza de nuestro pasado. Porque es nuestro futuro.

La belleza de Ruidera, en muchas ocasiones, está escondida bajo tierra.
Cueva en las inmediaciones de la Laguna Lengua.

Héctor Campos, escritor y fotógrafo.
Gracias al Dr. Pedro Moya-Maleno por su inestimable colaboración, pasión y dedicación.