CAVILACIONES EN RUIDERA, POR SALVADOR JIMÉNEZ RAMÍREZ

En nuestra marcha, con las luces confusas de un atardecer de muchos colores, llevando en el trasfondo dolorosas nostalgias, por fin pisamos de nuevo aquella encrucijada de sendas y, hoy, no sabemos si son reminiscencias de un mundo soñado en el que estuvimos alguna vez… Sendas y trochas por donde las esforzadas y laboriosas gentes de antaño, iban y venían con honda tenacidad y sacrificio, acarreando, para subsistir, lo que podían “pillar” en los campos…
En aquel trasiego, con resignación y dolor callado, trataban de “matar” el opresor y duro presente, consolándose con aquella devota exclamación: “¡Sea lo que Dios quiera, porque la vida del pobre es un penoso y eterno caminar a la ventura de Dios…!”. Entre sufrimientos y consolaciones de sinceridad íntima, surgían gestos y actos de superstición, creyendo que aquellas encrucijadas eran sitios propicios para sortilegios… Así, cuando una persona padecía de un tumorcillo en el borde libre del párpado, principalmente en el superior, conocido como orzuelo, la persona afectada acompañada de otra de la familia, se encaminaban a cruces de sendas o caminos y levantaban un pequeño majano de piedras, entre ininteligibles rogativas, alguna que otra maldición, raros jeribeques y con aquella frase de extraordinaria regresión atávica: “anque paece que no se va afijar naide en el montón, alguien quedrá erribalo y el ojo se le pondrá como una bota”. Hacían el mogote de ripios, con el convencimiento y propósito de que alguien lo derribara y los espíritus le trasfirieran el “divieso”, quedando libre de la afección el “prójimo” que había fraguado el mojoncillo…
Desde la antigüedad, los cruces de caminos se consideraban lugar de encuentro de fuerzas trascendentales: divinidades, espíritus… Y para conseguir su benevolencia se erigían altares, obeliscos, estelas con inscripciones, (los Betilos predominan en algunos territorios) altares y a veces cenotafios. En Europa, hasta tiempos recientes, las encrucijadas se han venido calificando como lugares de citas de brujas, duendes, espíritus malignos…
Aquel día marchamos por caminos y sendas, que apenas hendían el monte ya… Cerca alguna casa muerta, con sus paredazos que se cuarteaban y derrumbaban por la vejez… Unos nubarrones lóbregos parece que sostuvieran el sol… El día se empieza a teñir con una obscuridad melancólica. En un mediosueño en que nos hemos estancado, nos parece contemplar a aquellos roturadores de vegas, sufriendo hondo engaño y desengaño, a los que nunca les favoreció la suerte del botín… Y creemos escuchar el resonar de traqueteos, barquinazos de los carruajes, voces de carreros y silbos de pastores de cuando nuestra infancia… Unas aves revolotean con exquisitas refresas y contenencias… “Por un áspero camino un cansado peregrino busca la felicidad; y cuantos al paso halla, todos dicen que vaya, más allá…” (P. Julio Alarcón).
Aquel día, aquella fue una ruta de desaliño triste e incómodas pulsiones… Cerca de nuestro punto de partida, en un cochambroso rótulo que presentaba el más lamentable de los aspectos, con grafías de cierta simpleza y suficiencia geográfica, orientaba al viajero, que suele oscilar entre panoramas y superficies incógnitas, con el impactante marbete: ¿Adónde voy?… Mejor pensar que no lo veía… Seguimos hasta lejos por interminables madejas de sendas y caminos que surcan laderas, lomas y bajamos el filo del agua… Hay días que son funestos; días de andar con el “alma” en vilo por rumbos y “accidentes” inexplicables… Al pie de un largo canal (antigua toma de agua del Alto Guadiana) cementado, en desuso, estrecho, profundo, descubierto; lo que lo convierte en una trampa mortal para las personas y para la fauna, oímos alaridos de agonía de un animal ahogándose… Recorremos un tramo del azud y nos encontramos con un “cuadro” tremendamente macabro al contemplar varios animales ahogados flotando… ¡Cuántos ríos del olvido…! También son frecuentes las azudas o norias sin tapa; auténticos “agujeros negros” para la fauna silvestre, para los animales domésticos y por supuesto para las personas si caminan en la noche… Dolorido paisaje en nosotros… ¡Tal será la ley! Aunque todo esto esté olvidado, debería ser explicado… Es una realidad triste que no importa, por un gran extravío de las conciencias… Momentos profundamente tristes…Sujeto a los sistemas y a sus leyes fatales, entretenemos nuestro entendimiento… Aquí y acullá detritus de una civilización de un vivir desaforado y refinado… Retornamos con rotundidad, con el cerebro trazando emociones inútiles por eficientes y justas. ¿Alcanzarán algún día, ciertos regidores de los pueblos la mayoría de edad del raciocinio? Hoy el aparato institucional, está muy por debajo de las verdaderas necesidades de los pueblos…
Otro día de andanzas y peripecias, en otro nuevo campo… Flota en el entorno una modalidad de régimen señorial intransigente y petulante, que antaño era uno de los fundamentos del feudalismo más añejo… El ambiente nos retrolleva a un auténtico Medievo.
Al “Señor Feudal”, le molesta e inquieta nuestro paso y presencia al fijarnos y fotografiar los elementos que obstaculizan el paso por un camino transitado por las gentes desde tiempos inmemoriales… Algunos de estos caminos vecinales han sido cedidos por las Corporaciones Municipales a los “Señores Feudales”, a cambio de congraciar y algo más… Más adelante alguien nos sigue de cerca como si estuviera realizando una operación de cobertura; acosando al enemigo, para caer sobre él con empuje de alud: es la “Caballería del Ricohome”… Villanos elevados a caballeros por la política y la “pasta”… Nos detenemos. Entretanto damos los buenos días a unos “escuderos” y sorches de la soldadesca, nos interrogan sobre qué hacemos por aquellos pagos de dios… Al tratar de dar una explicación, algo nos trabucamos al ver un arma, como dejada al olvido, recostada en la “silla” de su “alazán” todoterreno, presta para la acción… No es momento para discordias sobre la situación de dominio público o privado de la vía, ya que muchos consistorios no se molestan en elaborar catálogos de caminos de uso público o vecinales; procediendo a la expropiando del bien, si así legalmente procediera, identificándolos con el correspondiente número de asiente…Finaliza en el siguiente capítulo.

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