CAVILACIONES EN RUIDERA
Por Salvador Jiménez Ramírez

[CONTINUACIÓN]
Cuando yo un jovenzuelo, pescaban los vecinos de Ruidera: José María “Chinas”, Valentín Molina, Justo “El Nano”, “Justo el de la Amalia” y “El Centella” de Ossa de Montiel, que batía las lagunas “La Sampedra”, “La Tinaja”; alguna otra más de la cabecera fluvial y riachuelos… Cuando holgaba tras las buenas rachas de pesca, “El Centella” se dedicaba a elaborar zarzos de carrizo, muy demandados en la construcción de cielorrasos de los hogares de Ossa de Montiel, caseríos y poblaciones de la comarca.
En los parajes de la laguna “La Cenagosa” o “El Cenagal”, río y riachuelos de “La Moraleja”, central hidroeléctrica de “San Luis” y “Puente Cavila”, pescaban Juan Santiago Molina y su hijo Benito Molina Ruiz, alias “Pili”, que utilizaban “Plomadas”, garlitos y trasmallos, pero sin barco y moraban en socuchos de carrizo, junto al camino del margen fluvial derecho, entre el caserío del Real Sitio de La Magdalena, y lo que hoy es la cola del Pantano de Peñarroya.
Además de la actividad de la pesca, Juan Santiago, originario de Montiel, su consorte Anselma y su hijo “Pili”, también confeccionaba zarzos y esquilaban burros y mulos… En los trasquiles, entre rucio y acémila, como no había peluquero en la aldea de Ruidera, a los chiquillos nos rapaban al “cero”… ¡Puuufff! Nos dejaban las cabezas como apedreadas, con tanto trasquilón… Si alguna madre acudía con el crío escandalizando: “¡Mirar que San Lázaro de cabeza le habéis dejao a la criatura…!”. Entonces Juan Santiago, para contentarnos y conformar a nuestras madres, nos pasaba la mano por la calamorra y con ironía decía: “¡Borrico mal pelao, a los tres días emparejao…!”.

El Pescador que se llevaba la palma, sobre todo como cangrejero era Demetrio. El “andar” del tiempo, aquella secuencia de eventos de la vida, que Demetrio imaginaba era alguien a quien le hubiera gustado conocer, lo dejó solo en la ribera: sin padre, sin hermanos, sin compañera, de la que también se decía: “era de pésimo genio…;” y sin bestias de carga… “Demetrio el de Daimiel”, extraviado por vegas y cenagales, anubarrado por aquellos aquelarres brujeriles: “cuatro brujas vienen de Alcázar, tres del Toboso y la capitanilla de Tomelloso…”; deshabitó la cabaña de la familia, ya semiderruida (foto de la izquierda de don Rafael Mora, al filo del agua del pantano de Peñarroya y Ruta de don Quijote. La de la derecha de pescadores del Guadiana en Extremadura, de Julián Mora Aliseda) y se dio a la bebida; guareciéndose en chozos de carrizo y covachas inmediatas al Real Sitio de La Magdalena, teniendo por techumbre, la cavidad mayor, encarada hacia el norte, una plancha travertínica en la explanada o ejido del caserío, que centinelea al borde de la carretera de Argamasilla de Alba. Y otro dormidero en el terraplén opuesto de la calzada. A Demetrio, en las obscuras y lóbregas noches de invierno, se le helaban los pensamientos… Las noches tatuadas de estrellas, se tornaron negras y amargas para él… En cuanto capturaba unos kilos de cangrejos y peces; con una destartalada bicicleta y unas banastas-canastas, imitando a los nuevos “Cargueros”, (que a se iban estableciendo e imponiendo en la cuenca), se encaminaba primero a los caseríos comarcanos donde intercambiaba la pesca por tocino, pan, huevos, harina… Los nuevos pescadores-cargueros de la aldea de Ruidera: “El Perchero”, “El Chato”, “El Hermano Yáñez”, “Juan Santa”, “El Pintao”, “Maxi”, “Pepe Santa y algún otro, habían comprado bicicletas con amplios “portas”, donde podían cargar arrobas de pesca, desplazándose a poblaciones más alejadas, donde vendían la mercancía rápidamente, a más de cinco reales el kilo. El único “carguero” que quedaba en la zona, con un borrico y aguarones, era “El Hermano Marrullas, del pueblo de Alhambra.
Los recientes “Cargueros”, solían permanecer ocultos entre la vegetación de la vega o enmatados en el monte, durante la noche, esperando a que los pescadores de barco y trasmallo: Valentín Molina, José María “Chinas”, Justo “El Nano”, “Justo el de La Amalia” y alguno más, hicieran buen acopio de pesca… Hecho “el carguío” partían al alba en bicicletas, con banastas, cajones y canastas hasta los topes de peces, hacia las poblaciones de El Bonillo, Carrizosa, Alhambra, Villahermosa, Argamasilla de Alba, Tomelloso; llegando los más jóvenes y fuertes y con mejores bicis, hasta Villanueva de los Infantes, La Almedina y La Puebla del Príncipe, donde los despachaban a dos pesetas y pico el kilo.
Devorada la piscifauna por el voraz lucio, (“tiburón de río”) introducido en la laguna “La Colgada”, depositando miles de alevines en la “Fuente de la Hermana María Vicenta”, a escasos metros de la laguna, allá por los años 1956-1959, por el madrileño Paco Barragán, propietario de lo que antaño fue “El Hogar del Pescador”, luego Albergue Juvenil; (en obras actualmente para adaptar el inmueble como Centro de Recepción del Parque Natural) y la persistente vigilancia encaminada a acabar con los pescadores clandestinos del lugar; que malamente subsistían, aquella actividad de subsistencia quebraba a pasos agigantados, ya que, los pescadores, tras cada “mordida” furtiva, se veían obligados a sumergir los barcos entre la vegetación lacustre, para evitar que fueran incinerados en el acto, si eran aprehendidos… El último “carguío” de bogas y barbos del Alto Guadiana, lo malvendió “Pepe Santa” el año 1961, en la población de El Bonillo, al tener que salir como rata por tirante, huyendo de la guardia civil, abandonando el puesto.
Previo consentimiento (desconocemos si hubo documento escrito) de quienes decían ser propietarios de lagunas y río, el año 1962, “Justo El Nano” “José María Chinas”, junto con pescadores de Las Tablas de Daimiel, repoblaron las lagunas “La Colgada”, “La del Rey”, “La Cueva Morenilla” y “La Coladilla” con unos mil kilos de cangrejos comunes (Astacus fluviátiles) traídos de Daimiel. Trascurrido un año de cese en la actividad, comenzaron a explotar el recurso de forma legal e intensiva con mil (1000) garlitos, capturando algunas jornadas más de cien kilos de crustáceos. Para que la actividad se llevara a cabo con las máximas garantías, los pescadores pagaban unas treinta y cinco mil pesetas anuales a “poseedores” de “Las Lagunas”. (Finaliza en el siguiente capítulo).

Por Salvador Jiménez Ramírez (escritor)
[CONTINUARÁ]
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