El civismo y los ríos

Hubo una época, mitad de los años 80 hasta bien adentrados los 90, casi terminándolos, en que los ríos de las grandes urbes se convirtieron en simples cloacas que se llevaban los desechos de las casas y las fábricas. Lo que fuera el motivo principal de asentamiento humano (abastecimiento de agua para su consumo y riego) se convirtió en algo accesorio gracias a las idas y venidas de aguas de lejanos orígenes (véase trasvases, acueductos, viaductos, etc.). Así que los ríos propios que pasaban por nuestros pueblos eran ya «inservibles». Prescindibles. Y les encontramos otro uso: pasaron a ser «aquel lugar mágico» que se llevaba «milagrosamente» lo que olía mal. Como si así simplemente desapareciera. Pero no desaparecía. Simplemente cambiaba de lugar. Y la evolución se convirtió en involución.

Tuvieron que pasar muchos años y muchas burlas a muchos ecologistas para que el ecologismo se pusiera de «moda» (un ecologismo de pacotilla que ahora venden, para lavar su imagen, en sus anuncios televisivos las mismas empresas que contaminaron y nos dieron la espalda durante décadas). Al menos se impuso una mínima conciencia sobre el cuidado de nuestros ríos. Así, muchos cauces de las grandes urbes se recuperaron como paseos (en algunas ocasiones demasiado artificiales, impostados pastiches para gloria de concejales de turno). Pero, al menos, se impuso la idea de que los ríos no eran cloacas, sino seres vivos que merecían cuidados, respeto y acciones punibles cuando se les agredía. En absoluto se solucionó el problema, pero al menos la conciencia cambió ligeramente.

Foto: Salvador Jiménez

Por eso nos sorprende estos días las fotografías enviadas por Salvador Jiménez desde Ruidera, pueblo que luce orgulloso en el nombre del Parque Natural de las lagunas de ídem. A la vista de todos, en el puente que preside la encrucijada de caminos hacia las lagunas, justo frente al «Centro de recepción» de viajantes (ahora llamados turistas), que se atisba al fondo, nos encontramos con la imagen superior. Una amalgama contaminante y espesa, sopa caliente incapaz de irse con la corriente, pegajosa realidad. Penosa postal de presentación.

Foto: Salvador Jiménez

En la segunda instantánea, tomada en el cegadero del puente de «las Pozas», derrame de la laguna del Rey, se aprecian enseres cuyos materiales tardarán décadas, o siglos, en degradarse por completo. Una lamentable estampa. Entristece pensar que nuestros ríos vuelvan a ser meros transportadores de nuestras miserias. Queremos pensar que sean sólo hechos puntuales, pero el civismo (del latín «civis», ciudadano, en referencia al comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia públicas) brilla por su ausencia. Porque no haría falta limpiar si nadie hubiera ensuciado. Solucionar un problema empieza por no crearlo.

Actualización: fotos tomadas el domingo 25 de julio de 2021 (Salvador Jiménez).