Cavilaciones en Ruidera, por Salvador Jiménez Ramírez
En el Alto Guadiana, el proceso de aportes descontrolados de agentes contaminantes sobre la masa de agua, son hechos flagrantes desde tiempo ha, que se siguen produciendo de continuo, admitiéndose como algo normal… Los vertidos de aguas residuales, una de las principales causas de la degradación del ecosistema, (entre otros elementos y transgresiones) es evidente que las distintas y encastilladas administraciones, políticos de nuevo “cuño”, y gobernantes “bruñidos”, que se “borran” de todo riesgo para no perder “brillo”, no saben o no les interesa atajar…
Actualmente, lo más paradójico, incomprensible e inaudito, son las aguas residuales (fotos tomadas en los meses de abril-mayo pasados) que, la obsoleta Instalación Depuradora de Ossa de Montiel, vierten al río Alarconcillo, que desemboca en la laguna “La Sampedra”. Aunque estos días, el “derrame de la porquería de la Depuradora de La Ossa”—así se dice—, es tema candente (por lo bajines, claro) en estos lares, la reclamación y oposición ante tan incontestable y temerario atentado contra el medioambiente y por ende contra la salud pública, no pasan de ser paráfrasis pasajeras, al pensar o entrar en juego otros intereses y “anuncios”…
Cierto es, que el estado de “salud” actual del singular “nicho ecológico” del Alto Guadiana o “Lagunas de Ruidera”, no estaría en su peor momento, si lo comparamos con la ristra de estropicios ecológicos y paisajísticos de tiempo atrás; en una orografía compuesta por materiales de la Era Secundaria, (el Cuaternario imprime, más tarde, nueva geo-fisonomía) de los que la cantidad y calidad de las aguas, (exentas de presiones antrópicas destructivas) ha dependido en procesos superficiales y subterráneos, constantemente interactuando.
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Fueron años terribles, cuando las filtraciones de instalaciones sépticas de chiringuitos y construcciones; bien porque se rompían a propósito los fondos de las cajas sépticas, o una vez colmatadas, evacuaban el “bodrio” directamente al río y el sistema de tratamiento de aguas residuales de Ruidera y Ossa de Montiel, al no conocerse otras tecnologías, eran mecanismos que consistían en simples “Agitadores” de bosta. A finales de los años noventa el Dr. D. Miguel Álvarez Cobelas, científico titular del Departamento de Biología Ambiental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, experto en Ecología Subacuática; que tanto nos ilustró en aquellos años, junto con el científico Santos Cirujano, sondaron, evaluaron y apercibieron a la ADMINISTRACIÓN, para que tomara medidas respecto al maltrato que se le estaba dando a un a un paisaje excepcional; (Parque Natural ya) de incalculable importancia ecológica, no solo para Castilla-La Mancha y la Península Ibérica, sino para el contexto europeo.
Las consecuencias de tan irracionales “vejaciones” infligidas un Espacio Natural Único, iban siendo: una gran carga de nitratos, por productos nitrogenados; disminución de la transparencia del agua, (Miguel Álvarez, Santos Cirujano y otros) anoxia en las capas profundas de algunas lagunas, en verano; aumento en el agua de concentraciones de nitrógeno y fosforo y estratificación de los sedimentos en toda la serie fluvial, con proliferación de especies vegetales indicadoras de la eutrofización de las aguas… Proceso que aún no se ha detenido, debido a los efluentes de aguas residuales (no pormenorizamos ahora en el cúmulo de otras materias orgánicas abismadas en los fondos o arrastradas por la corriente) sin depurar debidamente, obviando Reglamentos, Regulaciones, Convenios, Normativas, Planes, Leyes, Evaluaciones…; soslayando los efectos que, directa o indirectamente, puedan tener sobre la salud de los ciudadanos y del entorno natural…
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Es característico del ecosistema global que, alteraciones o sucesos producidos en cualquier parte del planeta Tierra, aunque a simple vista no sean apreciables, interactúen con los de otros lugares, siendo más vastas las repercusiones de lo que a primera vista parece…
Esperemos que se entienda el contenido y propósito de esta publicación y que las “amonestaciones” contra nuestra persona, (me entredigo) no pasen de aquellas: “hay que darle con la vara… hay que desterrarlo… Tiene lo que se merece… (…)”.
Decía Don Gregorio Marañón: “he aquí el sino duro y a veces trágico del intelectual—nos gustaría serlo— afrontar, por deber, el servicio de la verdad desagradable y sufrir las injurias de los mismos que, a la larga, saldrán ganando con su actitud…”.